¿Quién dijo que todo está perdido? o la segunda de la Feria de Puebla

¿Qué pasa cuando la Fiesta Brava desaparece por una larga temporada en una ciudad que fue importante para Tauromaquia Nacional durante un siglo? 


Pasa que olvidan rechiflar los toros sin trapío, lanzan vituperios contra los picadores por tan sólo aguantar la vara, piden ‘banderillas cortas’, llenan sólo cuando reconocen en el cartel a ‘figuras’, lanzan cojines al ruedo, se reservan de burlarse de los políticos, no protestan si les ‘mueven’ el orden del cartel, son impuntuales, piden con palmas las orejas a falta del pañuelo blanco, no les molesta que haya gente de pie en las entradas, ni que los vendedores merodeen durante la lidia, no reconocen las porras del DF, ni cuentan con grupos consolidados de taurinos y claro son incapaces de reconocer a un toro con trapío. En fin, Puebla anda dando tumbos porque no recuerda lo que es comportarse como una ciudad taurina. Pero a pesar de todo esto esta segunda tarde recordaron tres cosas y respondieron bien al juez en otra más:

1  1.      Que si uno está vestido de luces, tenga o no una discapacidad física, se le va a pedir lo mismo que a todos, al menos en cuanto a la suerte suprema se refiere. A Juan José Padilla en su primero, la gente ‘se le fue encima’ porque era incapaz de hacer doblar incluso con varios intentos de descabello.  Algún aficionado de sol incluso les gritó en el arrastre del burel: “ese toro no está muerto, aún respira”,  y ciertamente también a mí me dio esa impresión. Lo sabrán los carniceros o los veterinarios en su caso.

 2.       Guardar silencio o lo que es lo mismo aguantar la respiración durante la suerte suprema en los últimos dos toros, sí en los últimos dos toros. Uno pensaría que ya enfiestados los espectadores del Relicario estarían inquietos, pero les ha ganado la memoria. Al parecer han recordado lo importante que es no distraer al toro, tal vez querían que los toreros no fallaran y así aplaudir más o qué tan imposible será que lo
Puebla de los Ángeles... caídos.
hayan hecho porque esta vez los toros llegaron bien presentados y era una forma de dignificar su muerte. Usted, querido lector, escoja. Cualquiera de las tres me parece maravillosa. Porque significa que no todo está perdido, que podemos volver a comportarnos como una comunidad taurina, que nuestros valores taurómacos aún no se diluyen por completo y que si los toros vuelven aquéllos también volverán.
El anillo. 
3.          El Zapata fue el ‘cupido’ para una pareja. Resultó que un joven le pidió un favor al torero, ayudarle a con la petición de matrimonio a su amada. Lo logró, Uriel Moreno les brindó el toro y en la montera ya iba el anillo, el joven se apresuró a sacarlo de allí, se hincó en la barrera y le pidió a la hermosa señorita que se casara con él. Una estampa que desde hacía tiempo no se veía en Puebla. La plaza es parte de nuestras vidas, aun cuando decepcionados, nos alejemos por años, nunca deja ser parte de los sitios familiares. Yo podría subir con los ojos cerrados las escaleras y las localidades que me llevan hasta el lugar que en sol mi familia ocupa cuando hay parné.
4.          El juez de plaza se ha portado recio durante este festejo, tal vez para contener las críticas que se hicieron al rabo de la primera corrida que le concedió a Spínola. Pero la gente tampoco se puso tan grosera con él. El encierro en general presentó buenas hechuras, a mí algunos me parecieron algo acochinados pero no fueron sospechosos de ser novillos.
Creo que tener en el ‘biombo’ a ese juez irá resolviendo algunas cosas o será que es José Antonio Gaona (sí, el nieto de Rodolfo Gaona) quien esta vez asesoró muy bien a Javier Alarcón Mantilla. No sé pero me parece que Puebla puede volver a ser taurina. 

Les pasaré la crónica breve del festejo… 

Decano, no. 113 y de 575 kg, cárdeno claro: se fue al destazadero con ambas orejas  y rabo intacto. “El Pana” no pudo más que recibirlo con una media muy suave, los toros como él suelen pegarse mucho a las taleguillas e incomodan el toreo de salón, lo hacen trizas, pero de repente los toreros como este que le tocó en suerte le pegan un trincherazo con el que la gente sale contenta. Recibió una estocada entera pero como estaba ‘entero’ sólo dobló con un descabello.
Castañón un toro salinero.
Castañón, no. 99 con 566 kg, salinero (tenía los tres colores de pelo: negro, rojo y blanco) por ser castaño, ojinegro, nevado de los cuartos traseros y bragado corrido; y además cornivuelto. Salió rebrincado para el capote de Juan José Padilla “El ciclón de Jerez”,  y tras no permitir el lucimiento completo de “El Zapata” en banderillas dejó que Padilla le colocara unas “en todo lo alto”. Sin embargo el puyazo previo y las arrancadas durante  el segundo tercio, lo sofocaron en demasía y dejó ver su debilidad en la muleta. Se fue mostrando cada vez más rajado hasta que en tablas recibió una estocada imperfecta que no lo hizo

doblar. Soportó una multitud de descabellos hasta que cansado y en la querencia cayó. Uno de los peones mostraba su preocupación ante la lluvia de abucheos.
La preocupación sincera del peón de brega.
Algunos aficionados dudaron de si había muerto verdaderamente y a pesar de la puntilla gritaron mientras sus restos se alejaban ‘¡va vivo!’. ¿Lo sabrán los veterinarios?

Glotón de No. 101 y de 585kg, un berrendo, girón aparejado, lucero, calcetero y cornivuelto que bien pudo llamarse Osiris por su gran parecido con el toro que representaba la encarnación del dios egipcio de la vida. Estoy segura que de tener unos 50 kg menos este ejemplar de San José, pudo haber sido mucho más peligroso para Uriel Moreno “El Zapata” quien tuvo que lidiarlo. A pesar de recibir un buen puyazo y coadyuvar a que su torero se luciera con “el ojalá” y en las banderillas permitiera el lucimiento del tlaxcalteca y el de Jerez, durante la faena de muleta no logró acompasar su embestida con el ritmo y
Glotón... 
altura variables del engaño de “El Zapata”. Ni tampoco impactó tanto a la afición. Supongo que su carita algo cariavacada y su singular pinta no fueron del total agrado de la afición. La afición pidió dos orejas, también el matador y afortunadamente el juez sólo concedió una.
El Pana pedía calma ante el desarme que le acusó Chilillo
La primer vuelta de despedida
en El Relicario
Chilito, no. 125 y de 539 kg, despertó la admiración del público asistente que aunque no ovacionó su salida, sí dejó escuchar el sonido del asombro cuando aquel saltó gallardo y feroz, al ruedo.  Un toro con muchas patas, “El Pana”, su lidiador no quiso o no pudo acomodarse a sus embestidas que se aplomaron poco a poco luego del puyazo doble (multipuyazo) que le propinara la cuadrilla del torero de Apizaco. En banderillas hizo pegar tremenda carrera a uno de los peones y en la muleta aún con el hocico ensangrentado y si pegado a las tablas de la contraquerencia fue cuantas veces quiso el matador hacia la muleta. La faena duró  menos que “Las golondrinas” que la gente de Puebla comprendió como la primera de varias despedidas del torero en su
El Pana y Chilillo.
plaza. Al fin no saben cuántas veces se despidió de Puebla, Eloy Cavazos antes de verdaderamente desaparecer de la escena taurina de El Relicario.  Murió tras varios intentos de estocada, o sea pinchazos que el de a pie le propinó sin eficacia
.
Mayor y Padilla.
Mayor, no. 97 de 580 kg, sí de casi 600 kg, resultó el más bravo del encierro, Juan José Padilla le lidió. Lo recibió con verónicas para llevarlo al tercio, después con chicuelinas andantes lo presentó al caballo. 
Padilla corta una oreja como bienvenida.
La gente tal vez al darse cuenta de su potencial increpó al picador español que le pegó duro y mal. Vendrían luego las banderillas, espectaculares por la dificultad que representan para este torero que ya ha perdido un ojo. Su sacrificio fue en honor de sexagenario “Brujo de Apizaco” pues a él le brindó “El ciclón de Jerez”.  Mayor transmitía al tendido por ambos lados y aunque el torero logró un par de tandas por naturales que emocionaron a quienes gustan del toreo clásico, el de luces prefirió una lidia más de fiesta y se dobló con el toro… lo dejó irse a tablas poco a poco. Se fue a por la puerta de cuadrillas luego de una estocada entera sin una de sus orejas.
Soy de mole, fue un toro con trapío también comparado con sus hermanos tenía las carnes más compactas, y eso creo, que le ayudaba para regresar con prontitud hacia el engaño. Esto no permitió a “El Zapata” lucirse como hubiera querido antes de que llegaran los caballos. Pedro López Molina sufrió un tumbo, su caballo fue a tierra, de milagro no pasó del susto pero se requirieron más de seis personas para levantar a la jaca. Los niños de la plaza lo miraron atentos. 
Soy de mole peleando en el caballo.
Erick Morales le dio otro puyazo en la querencia y lo que antes fueron vítores se convirtieron en mentadas de madre para el varilarguero. Otra faena de aliño ante un toro que pudo haber sido llevado templado con la muleta. Con una estocada entera y en buen sitio dobló sin más. Uriel Moreno seguramente se habrá molestado o al menos sorprendido de que el juez no le diera nada.
Los cojines llenaron el ruedo y como son negros lo han dejado de luto. Qué fea se ve la plaza así, pero peor se ve vacía. El gran detalle de la nueva afición poblana consistió en (sorpresivamente) guardar silencio verdaderamente absoluto durante la suerte suprema de los dos últimos toros que se lidiaron…
¿Quién dijo que todo está perdido? Yo (en silencio) vengo a ofrecer mi corazón…

Aunque vengan los antitaurinos a dejarnos papelitos con letras verdes que aseguran que el 80% de la población en México está en contra de las c
orridas de toros… seguiremos aquí, ocupando nuestra plaza. ¿80% en contra?, ¿de verdad somos tan odiados? Bueno si es así que nos protejan aún más las autoridades pues evidentemente somos una minoría.  Obviamente al final de la corrida de los antis, ni sus luces. 



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