Las manos de Alfredo Just


Valencia, tus mujeres se quedaron sin las pasiones de Alfredo. Valencia, la guerra como a otras ciudades te arrancó a tu prole más brillante. Valencia se alejaron de ti las manos del maestro Just, como lo hicieron también de los quirófanos, para encontrarse con las proporciones exactas de los cuerpos del mundo, en materiales que no perecen como lo hace la carne, que al fin es sólo eso.

Las esculturas de Just engalanan desde hace más de sesenta años la plaza de toros más grande del mundo, La México; por encargo de don Neguib Simón, dicen algunos libros, comenzó a trabajar sobre ellas en 1942 poco después de su llegada a México luego de que la Guerra Civil Española terminara con la paz de su tierra. Su trabajo taurino más emblemático es "El encierro" que enmarca la fachada del acceso principal de la plaza. Just a pesar de conocer la Fiesta Brava se toma una licencia poética para esta escultura y coloca al frente de la marcha al caporal. Como guardianes de la verdad, la muerte y el arte las 23 esculturas restantes se despliegan hacia ambos lados del encierro: Rafael Perea Boni, Carlos Arruza, Juan Belmonte, Juan Silveti, Silverio Pérez, Manuel Rodríguez Manolete, Eduardo Liceaga, Luis Briones, Manuel Jiménez Chicuelo, Alberto Balderas, Luis Procuna, Pedro Romero, y dos alegorías: Oreja y rabo, Derechazo, Banderillas y Remate. Luego de la inauguración de la plaza, el maestro Just poco o nada se relacionó con los taurinos, sin embargo durante su labor en la plaza modeló las manos de quien hoy es uno de los escultores mexicanos más importantes: Humberto Peraza, quien a la postre lo relevaría en el mundo taurino, porque para Just habría mucho más que la Plaza México. Como los españoles de antaño pero sin ánimo beligerante, puso pie en Sudamérica y el Caribe y los conquistó con su arte. El maestro, como los maletillas, habría de seguir en la legua y sólo después de algún tiempo, regresó a México para montar su taller en Nogales, Sonora; aunque viviendo del otro lado de la frontera, en Arizona.

Valencia, fueron las dos Nogales que, como unas manos, cuidaron de los últimos días de tu hijo. El cáncer, toro de mortales embestidas, le destrozó la taleguilla hace 47 años en una tarde como la de hoy. Valencia, el maestro Just le ha dado a los aficionados, la inmortalidad de sus héroes: toros y toreros que tras la muerte consiguen permanecer como guardianes de la cultura del toro y con ellos también resguardan el nombre de tu hijo.

Recomendación de lectura:

  • Alfredo Just, escultor entre Valencia y México de Juan Ángel Blanco Carrascosa. Editado por UVP en 2000.  
  • Acontecimientos taurinos mexicanos. Efemérides desarrolladas de Luis Ruiz Quiroz, editado por Ala Impar-BUAP-BTM en 2007. 










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