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Mostrando entradas de junio, 2013

Hoy que sería el cumpleaños de mi abuelito al que le gustaban los toros y también el de Antoñete

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Abuelito: sabes bien que diario me acuerdo de ti pero esta fecha no dejará de ser espacial, como lo era cuando estabas conmigo.    La afición a los toros se la debo a mis padres (ambos) que me llevaron incluso aún dentro del vientre materno. Pero ellos a mi abuelito Juan, un hombre tan puntual como una corrida de toros (aunque al desdichado de Talavante le cueste entender), tan honrado como un natural del Pana, tan artista como Antoñete que cumplía años también el día de San Juan.  Recuerdo muchas tardes, pero más cómo subíamos a lo más alto del general de sol para disfrutar sin molestia alguna de las corridas. Recuerdo sus palabras camino a la plaza diciendo ‘Ojalá y esta tarde sí nos cumpla El Pana’, o diciendo ‘Ramos, qué suerte la de Ramos que toreando como torea no le han pegado ni una cornada’, también diciéndole a mi padre que en los toros no bebiera si quería disfrutar del sexto de la tarde, y miren que a mi abue siempre le gustó la beberecua.   De regreso a casa era o

We'll always have Tlaxcala… o la bilocación del aficionado

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Me negaba a usar inglés en mis textos taurinos,  pero luego del viernes mi afición y yo siempre tendremos Tlaxcala…  así como Ilsa y Rick tendrán por siempre París. Hace unos días la Tacita de plata como le dicen a la Plaza Jorge “El Ranchero” Aguilar reconstruyó la labor ganadera en un evento sui generis que permitió conocer y reconocer al Toro Bravo: “Del Campo a la Plaza”. La noche recién se vaciaba con una ligera lluvia sobre Tlaxcala cuando el fogón llevó al rojo vivo los hierros de De Haro. Don Antonio vistió de media gala a sus peones y al caporal que pusieron en suerte a los becerros para herrarlos en los medios de la Plaza (hubo también maletillas que ayudaron en la faena). Una pantalla gigante dejó ver con claridad cómo el hierro se fijaba en la carne del que en unos años embestirá en alguna plaza. La gente, atenta, observaba y poco a poco, llenaba el tendido. Foto: Juan Ángel Sainos Una voz, la de Toño Luna* explicaba sin premura lo que ocurría, busc